Llegó al pueblo un imaginero, que fue atendido por el gobernador, dado que en esa época éramos aún una republica de nativos, esté escultor, vino a estas tierras frías, a ofrecer en venta un Cristo crucificado, una imagen bellísima, la autoridad vio a bien realizar una asamblea con todo el pueblo, para ver la posibilidad de comprar dicha imagen, los más religiosos, los caciques, obreros, peones, todo el pueblo aceptó la compra.
Cuando se dio a conocer el precio, los nativos se vieron superados en mucho por el precio, los frailes doctrineros viendo el apuro y la necesidad de la imagen, ayudaron para reunir más dinero y aún así, no alcanzaba.
Todos se desalentaron, se entristecieron, les embargo una frustración, un dolor y una impotencia tan grande, que el escultor vio con tanta pena sus caras desencajadas, sus rígidas manos, y sus ojos profundos a punto de lagrimas, que ofreció dejarles la imagen y regresar al año para que los pobladores pudieran completar el precio de la compra.
Centavo a centavo, real a real y peso a peso, los vecinos reunieron la parte faltante justo a tiempo, se espero al escultor para regresar con afecto y agradecimiento la confianza puesta en un pueblo de nativos, pasaron varios años y el imaginero, nunca regresó, en la caja de la comunidad se conservó el dinero por varios años.
Hubo quienes pensaron que el escultor murió, y por ello nunca volvió, otros los de más fe creen que al ver el amor con el que el pueblo decidió comprar la imagen, el escultor no pudo vender su obra de arte y regaló la misma, para que el pueblo del cerro grande la conservará, unos más creen que es un milagro y rebuscan en sus corazones un alo de santidad y de misticismo.
A cambio de tan generoso regalo, y ofrenda a la tierra fría, los pobladores decidieron darle al redentor el nombre de señor del Perdón, en recuerdo del perdón otorgado por un escultor, que envuelve sus ruegos a quienes elevan sus oraciones ante esta preciosísima imagen, este escultor debe vivir en los corazones de todo el pueblo Tancitarence como vivió hace muchos años en el corazón de sus fieles.
Que milagro más grande puede haber, que la generosidad de un hombre que ofrece su trabajo, y la gratitud de varias generaciones de todo un pueblo.
Tancitaro está vivo, y hoy más que nunca siente el amor, el calor, la fe, la gratitud, vive el Perdón.
Autor: MORAMORA
Bibliografia: Monografias Municipales del estado de Michoacán.
Vicente Gonzalez Mendez, Hector Ortiz Ybarra